Alta exigencia y enfado: cuando la presión interna nos sabotea
Exigirnos demasiado no solo nos deja agotadas y estresadas, sino que también nos hace enfadar. Muchas veces, sin darnos cuenta, esa presión interna se convierte en una fuente constante de frustración.
Cuando ponemos el listón altísimo y no alcanzamos nuestras propias expectativas —o los resultados no son tan perfectos como imaginábamos—, aparece el enfado. Nos frustramos con nosotras mismas por no haber hecho «lo suficiente», por cometer errores o por sentirnos agotadas cuando «deberíamos» ser capaces de seguir adelante sin problema.
Y aquí está la trampa: esta autocrítica sin tregua nos hace sentir que nunca es suficiente, que siempre falta algo.
Pero no solo nos castigamos a nosotras mismas. También trasladamos esa exigencia a los demás, esperando que actúen con la misma intensidad y compromiso. Si alguien no hace las cosas como creemos que debería, si no responde a nuestras expectativas, la frustración se convierte en impaciencia e irritabilidad. Nos volvemos más reactivas, menos tolerantes y acabamos explotando por detalles insignificantes.
El problema es que este enfado, en lugar de ayudarnos, nos drena. Nos mete en un bucle agotador: nos exigimos demasiado → nos frustramos al no cumplir → nos criticamos (o criticamos a otros) → sentimos más presión → seguimos exigiéndonos aún más.
¿Cómo salimos de este círculo vicioso?
🔹 Detectando cuándo nos estamos exigiendo de más.
Cuestionarnos si realmente necesitamos cumplir con ciertos estándares o si nos estamos poniendo una carga innecesaria.
🔹 Dándonos permiso para fallar.
Equivocarse es parte del proceso. La perfección no existe, así que dejemos de perseguirla.
🔹 Escuchando el enfado en lugar de luchar contra él.
En lugar de verlo como un enemigo, podemos interpretarlo como una señal de alerta: ¿Estamos sobrecargadas? ¿Nos estamos exigiendo demasiado? ¿Necesitamos parar y replantear nuestras expectativas?
🔹 Practicando la autocompasión.
Hablarnos con la misma amabilidad que le daríamos a alguien a quien queremos.
El enfado no es el problema. El problema es ignorar lo que nos está queriendo decir. A veces, es simplemente nuestra voz interna pidiéndonos que soltemos un poco de peso y dejemos de autoexigirnos tanto.
💡 ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Sientes que la autoexigencia te lleva a la frustración o al enfado?
💡 Si te sientes identificada y quieres aprender a gestionar tu autoexigencia y tu enfado de una forma más saludable, reserva ahora tu primera sesión gratuita. Observaremos con lupa tu caso y te daré herramientas prácticas para empezar a transformar tu relación con la exigencia y el enfado.