¿Te has dado cuenta de cómo las expectativas pueden convertirse en nuestras peores enemigas?
Planeamos, anticipamos y hasta imaginamos cómo sería el resultado perfecto… Pero, cuando la realidad no coincide con lo que esperábamos, aparece la frustración. Y, con ella, el enfado.
Esto ocurre, en gran parte, porque nuestra mente puede ser muy rígida. Nos cuesta aceptar que las cosas no siempre saldrán como habíamos imaginado. Queremos controlarlo todo, pero ya sabes que la vida va a su bola y rara vez sigue nuestros guiones.
¿Qué sucede cuando somos demasiado rígidos?
Tener expectativas fijas nos puede llevar a:
- Perder flexibilidad: Nos quedamos atrapados en el “esto debería ser así”, mordemos hueso y no soltamos. Nos resistimos a adaptarnos.
- Desconectar de la experiencia real: En lugar de vivir lo que está ocurriendo, nos obsesionamos con lo que “debería” pasar (o haber pasado).
- Enfocarnos en lo negativo: El enfado va ‘in crescendo’ porque percibimos los imprevistos como amenazas, en lugar de oportunidades.
Esta rigidez nos impide maniobrar y responder de manera creativa cuando las cosas no salen según lo planeado. Pero ¿y si te dijera que hay otra forma de vivir estos momentos?
La importancia de asombrarse y adaptarse
Fíjate. La clave está en sustituir el juicio por la curiosidad, y las expectativas rígidas por la capacidad de asombrarnos.
Entonces, ¿qué puedes empezar a hacer a partir de ahora?
- Asómbrate: En lugar de enfadarte cuando algo no sale como esperabas, pregúntate: ¿Qué puedo aprender de esta situación? o ¿Qué oportunidad me está mostrando este cambio inesperado?
- Sé flexible: Estar preparado para los cambios significa aceptar que no todo depende de ti, y que hay muchas formas válidas de llegar a un objetivo.
- Cambia de opinión: Permítete evolucionar. Adaptarte no es “rendirse”, es ser lo suficientemente inteligente como para reconocer que «nuevas circunstancias requieren nuevas perspectivas».
La experiencia como maestra
Cuando dejas de aferrarte a cómo deberían ser las cosas y te abres a ‘lo que es’, todo cambia:
- Experimentas menos frustración y enfado.
- Encuentras soluciones que antes no habías visto.
- Y, lo más importante, recuperas tu capacidad de disfrutar y crecer con lo inesperado.
¿Cómo empezar a practicar esta mentalidad?
La próxima vez que te enfrentes a un imprevisto o algo que te irrite, haz una pausa. Respira y reflexiona. Puedes plantearte lo siguiente:
- ¿Qué esperaba que ocurriera?
- ¿Por qué me está molestando este giro inesperado?
- ¿Cómo puedo observar esta situación desde la curiosidad?
El enfado no es un enemigo. Para nada. Es un mensajero que nos alerta de que algo no está yendo según nuestros planes. Pero también nos invita a soltar el control y adaptarnos.
💡 ¿Qué es lo que más te cuesta aceptar cuando las cosas no salen como esperabas?
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