Si explotas, tú te conviertes en la amenaza

Ene 18, 2025 | Gestión Emocional

Cuando expresamos nuestro enfado desde el cabreo o la ira, es fácil olvidar un detalle importante: para los demás, nuestra reacción puede interpretarse como una amenaza.

La ira tiene la capacidad de llenar todo un espacio, eclipsándolo todo. Si alzamos la voz, usamos palabras hirientes y dejamos que la emoción se desborde, quienes nos rodean no solo dejan de escucharnos, sino que también sienten que deben protegerse. Y cuando alguien se siente amenazado, reaccionará igual que nosotros lo haríamos ante una amenaza: con huida, bloqueo o enfrentamiento.

Reacciones que generan más reacciones

Esta dinámica suele ser un círculo vicioso. Expresamos nuestro enfado de forma agresiva, lo que provoca que la otra persona se cierre, nos evite o contraataque. Esto, a su vez, alimenta aún más nuestro enfado y dificulta cualquier posibilidad de resolver el conflicto. Sin darnos cuenta, nuestro objetivo inicial —que probablemente era ser escuchados o llegar a un entendimiento— queda completamente enterrado bajo una montaña de emociones intensas y reacciones que nos ponen a la defensiva.

Abrir la puerta al diálogo

Pero hay otra forma. En lugar de convertirnos en una amenaza, podemos elegir gestionar el enfado de manera constructiva. Esto no significa reprimir lo que sentimos, sino aprender a expresarlo de manera que abra la puerta al diálogo en lugar de cerrarla.

Por ejemplo:

  • Hablar desde la calma, no desde la explosión.
  • Usar un tono de voz firme pero no agresivo.
  • Expresar nuestras necesidades sin exigir ni culpar.

Cuando nos comunicamos de esta manera, no solo reducimos la posibilidad de una reacción defensiva, sino que también invitamos a la otra persona a escucharnos y colaborar en la búsqueda de una solución.

La diferencia entre reaccionar y actuar

La próxima vez que sientas que el enfado está a punto de superarte, tómate un momento para reflexionar: ¿Quiero reaccionar o actuar? Reaccionar desde la ira puede ser inmediato y visceral, pero rara vez produce los resultados que buscamos. En cambio, actuar desde la calma y la asertividad abre un camino hacia una comunicación más efectiva y enriquecedora.

Recuerda, lo que provocamos en los demás puede ser un reflejo de cómo nos estamos expresando. Si actuamos como una amenaza, obtendremos más respuestas defensivas. Pero si hablamos desde la empatía y el respeto, tendremos más posibilidades de conectar, de ser escuchados y de buscar juntos una solución.

Si sientes que necesitas ir más allá y te gustaría profundizar en cómo gestionar tus emociones, especialmente el enfado, estoy aquí para acompañarte.

Además, en mi libro ‘Y si me enfado, ¿qué? Cómo autorregular las emociones, gestionar la ira y volverla a tu favor’ encontrarás más claves para entender el enfado y gestionarlo mejor.

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