Rompe el mito: enfadarse no es malo, es necesario

Ene 11, 2025 | Gestión Emocional

Nos han enseñado que enfadarse “es de mala gente” o que deberíamos evitarlo a toda costa. Hemos interiorizado que el enfado es una emoción negativa, algo que deberíamos reprimir o esconder para mantener la armonía. Pero ¿sabes qué? Enfadarse no es malo, es necesario.

El problema no está en el enfado en sí, sino en cómo lo expresamos. No es lo mismo sentir enfado y usarlo como una herramienta para dialogar, que dejarnos llevar por el cabreo y hablar sin sentido, hiriendo a los demás o a nosotras mismas.

El enfado es un mensajero

Todas las emociones tienen una función, y el enfado no es una excepción. Está ahí para protegerte, para enviarte una señal valiosa: algo no está bien. Tal vez alguien ha cruzado un límite, tus valores no están siendo respetados o las cosas no están yendo como esperabas.

Sea lo que sea, el enfado está tratando de decirte algo importante.

Si lo piensas, el enfado aparece cuando hay una distancia entre lo que esperabas que ocurriera y lo que realmente está ocurriendo. Quizá planeaste algo con todo tu cariño y salió mal, o quizá alguien actuó de una forma que jamás podrías haber llegado a imaginar. El enfado es esa alarma que suena cuando la realidad y tus expectativas no encajan.

Escucha a tu enfado como a un buen amigo

En lugar de huir de tu enfado o ignorarlo, ¿qué pasaría si lo escuchas? Piensa en él como un amigo que llega para decirte algo importante. Pregúntale:

  • ¿Qué me está molestando realmente?
  • ¿Qué necesito para estar bien?
  • ¿Cómo puedo actuar de forma más calmada y reflexiva.

Cuando empiezas a observar tu enfado desde esta perspectiva, dejas de sentir que es tu enemigo y lo conviertes en un aliado. Desde la calma, puedes usar esa energía para poner límites, tomar decisiones o buscar soluciones, en lugar de dejar que te domine.

Entrenar la mirada: abrir el abanico de posibilidades

Aquí entra en juego algo muy poderoso: el entrenamiento para ampliar tu mirada. Muchas veces el enfado aparece porque nuestras expectativas eran demasiado rígidas. Si empiezas a abrir tu abanico y contemplar otras opciones —cosas que no habías pensado pero que también pueden suceder—, empiezas a prepararte mejor para esas sorpresas que la vida trae consigo.

Cuando tienes en mente que las cosas pueden no salir como esperabas, te anticipas a ellas. Y cuando te anticipas, el enfado pierde parte de su intensidad porque ya no te pilla por sorpresa.

Enfádate, pero hazlo bien

El enfado no es el problema. Reprimirlo no es la solución. Lo importante es aprender a escuchar lo que esta emoción quiere decirte, a dialogar con ella y a actuar desde la calma. Porque sí, enfadarse no es malo. Lo que importa es cómo decides gestionarlo.

La próxima vez que sientas enfado, respira hondo y pregúntale qué mensaje tiene para ti. Quizá descubras que, al escucharlo, puedes usar esa energía para mejorar tu vida en lugar de dejar que te arrastre.

¿Lista para hacer las paces con tu enfado?

Si sientes que necesitas ir más allá y te gustaría profundizar en cómo gestionar tus emociones, especialmente el enfado, estoy aquí para acompañarte.

Además, en mi libro ‘Y si me enfado, ¿qué? Cómo autorregular las emociones, gestionar la ira y volverla a tu favor’ encontrarás más claves para entender el enfado y gestionarlo mejor.

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