Todos hemos estado ahí: planificamos algo con ilusión, creamos en nuestra mente un escenario perfecto y, cuando la realidad no cumple con esas expectativas, nos sentimos desilusionados, tristes o incluso enfadados.
Esta desconexión entre lo que esperamos que ocurra y lo que realmente sucede puede tener un gran impacto emocional. Pero, ¿por qué sucede esto y qué podemos hacer al respecto?
Las expectativas: nuestro mapa mental
Las expectativas son como un guion que creamos en nuestra mente sobre cómo deberían ser las cosas, cómo deberían actuar las personas o cómo deberíamos sentirnos en determinadas situaciones.
Estas ideas suelen surgir de nuestras experiencias pasadas, nuestras creencias, los estándares sociales o incluso nuestras fantasías. Sin embargo, el problema es que el guion que hemos escrito no siempre coincide con la «película» de la vida real. Y cuando esta brecha se hace evidente, surge el conflicto interno.
La tristeza, la frustración o el enfado que sentimos en esos momentos no son malos en sí mismos; de hecho, son señales valiosas. Nos están diciendo: «Aquí hay algo que no está siendo como tú esperabas. Vamos a hacer algunos ajustes». El desafío está en aprender a gestionar estas emociones de manera constructiva.
De la tristeza al enfado: el papel de las emociones en la frustración
Cuando nuestras expectativas no se cumplen, lo primero que solemos experimentar es tristeza o decepción. Nos duele ver que la realidad no está a la altura de lo que imaginábamos.
Pero, si esta sensación persiste, puede convertirse en frustración. La frustración, a su vez, puede transformarse en enfado o incluso ira si sentimos que estamos siendo ignorados, tratados injustamente o que nuestras necesidades no están siendo respetadas.
Aquí es donde el enfado tiene una función crucial: nos da energía para actuar. Nos dice que algo necesita cambiar. Sin embargo, si no aprendemos a gestionar este enfado, puede convertirse en una explosión que no resuelve el problema y que, en cambio, puede dañar nuestras relaciones y nuestro bienestar.
Cómo ajustar las expectativas para evitar frustraciones
1️⃣ Reconoce tus expectativas:
Muchas veces no somos conscientes de que tenemos expectativas hasta que algo no sale como planeamos. Dedica tiempo a reflexionar sobre lo que esperabas. Pregúntate: «¿Qué estaba esperando que ocurriera? ¿De dónde viene esta expectativa?»
2️⃣ Sé realista:
Las expectativas poco realistas son una receta segura para la frustración. Por ejemplo, no esperes que los demás lean tu mente o que todo salga absolutamente perfecto siempre.
3️⃣ Entrena una mentalidad flexible:
En lugar de aferrarte a una única manera de hacer las cosas, practica la adaptabilidad. La realidad rara vez sigue nuestros planes al pie de la letra, pero eso no significa que no podamos encontrar algo positivo en ella.
4️⃣ Acepta lo que no puedes controlar:
Algunas cosas están fuera de nuestro alcance, como las acciones de los demás o ciertos imprevistos. En lugar de gastar energía resistiéndote a estas realidades, céntrate en lo que sí puedes controlar: tus reacciones, tus decisiones y tu actitud.
5️⃣ Expresa tus emociones de manera consciente:
Si te sientes enfadado o frustrado, permite que estas emociones salgan, pero de forma asertiva y respetuosa. Por ejemplo, en lugar de decir: «Esto es un desastre, todo está mal», podrías expresar: «Me siento frustrado porque esperaba que las cosas fueran diferentes. ¿Cómo podemos encontrar una solución juntos?»
Conectar con el enfado de manera saludable
El enfado no tiene por qué ser una emoción destructiva. Cuando aprendemos a verlo como una herramienta de comunicación y no como una reacción impulsiva, puede ayudarnos a identificar nuestras necesidades y a poner límites. Para hacerlo:
- Respira y da un paso atrás: Antes de actuar desde el enfado, tómate un momento para calmarte y observar lo que estás sintiendo.
- Pregunta qué necesitas: El enfado suele estar vinculado a una necesidad insatisfecha. Pregúntate: «¿Qué estoy necesitando en esta situación que no estoy obteniendo?»
- Comunica de manera clara y respetuosa: Usa el enfado para expresar tus límites o preocupaciones, no para atacar o culpar.
Importante: Si no te da tiempo a respirar y dar un paso atrás, tranqui, no está todo perdido. Se puede gestionar después. Puedes aprender de eso que ha ocurrido y que no ha salido tan bien como querías. Cuando recuperes la calma, imagina cómo te gustaría haber actuado. Estarás generando nuevas posibilidades para poder elegir en un futuro. Esto requiere atención, consciencia y muuucho entrenamiento.
Aprender a vivir en el presente
Por último, ajustar nuestras expectativas también implica practicar el arte de vivir en el presente. Cuando nos permitimos aceptar las cosas tal como son —en lugar de cómo queríamos que fueran—, abrimos espacio para la gratitud, la creatividad y la conexión auténtica con los demás.
La realidad puede no ser perfecta, pero siempre tiene algo que ofrecer si estamos dispuestos a mirar más allá de nuestras expectativas. Al final, no se trata de renunciar a nuestras aspiraciones, sino de encontrar un equilibrio entre lo que esperamos y lo que realmente sucede. Así, evitamos que la frustración nos domine y usamos el enfado como una herramienta para crecer, comunicarnos y mejorar nuestras relaciones.
Si quieres dar un paso más hacia una gestión emocional más efectiva y construir mejores relaciones en tu vida laboral y personal, escríbeme para más información o para reservar una primera sesión.