La vocecita en nuestra cabeza: del diálogo interno a la rumiación
En nuestro interior vive una vocecita, esa que parece acompañarnos a todas horas. A veces, nos habla con claridad, y otras tantas se convierte en un ruido de fondo, como un hilo musical que ni notamos pero que está ahí, enviándonos mensajes subliminales.
¿El problema?
Si no prestamos suficiente atención para reconocer, escuchar y gestionar esos mensajes, esa vocecita puede transformarse en algo más incómodo, y que nos puede llegar a agotar emocionalmente: la rumiación.
¿Qué es rumiar?
En el mundo animal, rumiar significa volver a masticar los alimentos que ya han pasado por el estómago. En nuestro caso, rumiar significa masticar mentalmente los mismos problemas una y otra vez, sin llegar a ninguna solución.
Es como cuando no puedes dejar de pensar en una discusión o te asaltan pensamientos como:
- «No debería haber dicho eso en la reunión, fue un error».
- «¿Y si no me contestan ese correo? Seguro que hice algo mal».
- «¿Por qué siempre me pasa esto a mí?»
Esta repetición constante no solo agota nuestra mente, sino que puede amplificar emociones como la culpa o el miedo, llevándonos a sentirnos atrapados en un bucle sin salida.
Aunque parece inevitable, aprender a observar y gestionar estos pensamientos puede ayudarte a liberarte de este ciclo.
- ¿Cuántas veces has atrapado a tu mente rumiando sobre algo que ya no puedes cambiar?»
- ¿Qué necesidad tenemos nosotros de «masticar» mentalmente las mismas cosas una y otra vez?
No debería ser necesario.
Por lo general, los seres humanos estamos diseñados para reflexionar, darle vueltas a un asunto hasta encontrar una solución, y seguir adelante. Este proceso puede ayudarnos a resolver problemas, pero si se nos va de las manos, podemos caer en un bucle interminable de pensamientos, acumulando emociones no resueltas que nos generan malestar.
Cuando rumiamos, al final acabamos con dos opciones:
- Si tiene solución, soluciónalo.
- Si no tiene solución, olvídalo.
¡Suena fácil, ¿verdad?!
Pero sabemos que en la práctica no siempre lo es. A veces, esos pensamientos rumiantes se enredan tanto que terminamos atrapados en un torbellino emocional.
El peligro de la rumiación
La rumiación no solo agota emocionalmente, sino que también tiene consecuencias físicas y mentales si se convierte en un hábito crónico:
- Estrés prolongado, que puede elevar los niveles de cortisol.
- Problemas de sueño, al no poder desconectar antes de acostarnos.
- Riesgo de depresión y ansiedad, al sostener pensamientos negativos.
- Fatiga física y mental, que afecta la concentración y la energía diaria.
Cuando no prestamos atención a esos pensamientos repetitivos, nuestras emociones pueden transformarse en sentimientos.
Llegados a este punto, igual te ayuda conocer la diferencia entre emoción y pensamiento para poder prestar más atención a partir de ahora:
- Emoción: intensa pero breve, dura unos segundos o minutos.
- Sentimiento: una emoción sostenida por pensamientos, que puede durar días, semanas, o más.
Por ejemplo, una frustración puntual puede acumularse con pensamientos rumiantes y transformarse en irritabilidad o ansiedad. El resultado: estallidos emocionales que terminan por desbordarnos.
Cómo gestionar tus pensamientos y emociones
La clave está en desarrollar consciencia emocional y ser capaces de observar nuestros pensamientos y emociones a tiempo. Aquí tienes algunos pasos prácticos:
- Ponle nombre a la emoción. Reconocer lo que sientes es el primer paso para evitar que crezca en tu interior y disminuir su intensidad. ¿Es tristeza, enfado, frustración?
- Cuestiona los pensamientos rumiantes. Pregúntate: ¿Son tan ciertos como parecen? ¿Qué puedo hacer al respecto?
- Cambia de frecuencia. Imagina que tu mente es una radio. Si la música de fondo no te gusta, tienes el poder de buscar una estación más agradable o, incluso, apagarla un rato.
- Practica técnicas de mindfulness y relajación. El mindfulness ayuda a tomar consciencia del momento presente, interrumpiendo los bucles de rumiación. El simple acto de respirar profundamente, puede ser un gran paso.
- Reconoce patrones y límites. Algunas situaciones o personas pueden activar pensamientos rumiantes. Aprende a reconocerlos y, si es posible, establece límites para evitar desencadenantes.
Recuerda:
Emoción + Pensamiento = Sentimiento
Gestionar tus pensamientos y emociones en el momento adecuado evita que se conviertan en un estado emocional incómodo. La clave está en intervenir en el pensamiento antes de que se convierta en un sentimiento que te acompañe durante más tiempo del que te gustaría.
Cuidar de tu diálogo interno es esencial para tu bienestar. Cuando escuchas a tu vocecita y tomas el control, previenes los «ataques de caspa» que te llevan a cabrearte y encuentras más calma en tu día a día.
Prevenir siempre será mejor que curar. 😊
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