Pregúntate 5 veces por qué: Tu enfado tiene más capas de las que crees

Feb 13, 2025 | Gestión Emocional

Escarbando en el enfado: cuando el problema no es el problema

A veces, creemos que nos enfadamos por una cosa cuando, en realidad, la raíz del problema está en otro sitio. Muchas veces intentamos solucionar nuestro enfado como quien intenta arreglar una gotera poniendo un cubo debajo sin fijarse en la tubería rota del techo. Nos centramos en los síntomas —el enfado, la discusión, la rabia—, pero no siempre nos paramos a preguntarnos qué lo está causando de verdad.

Cuando alguien nos hace enfadar, lo primero que solemos hacer es señalar con el dedo. «Es que me pone de los nervios porque nunca me escucha», «Siempre tengo que estar encima para que haga las cosas», «Es que no le importa lo que yo necesito»… Y aunque puede que haya motivos de sobra para enfadarse, antes de soltar el enfado a la brava, vale la pena hacer una pausa y escuchar lo que nos está diciendo.

Porque a veces, la verdadera razón por la que estamos enfadadas no es la que creemos.

Lo que parece VS lo que es

Pongamos un ejemplo de lo más clásico. Te enfadas con tu pareja porque no ayuda con las tareas de casa. Lo ves tumbado en el sofá mientras tú recoges la cocina y sientes cómo la rabia sube como la espuma. Y piensas: «¡Es que siempre igual! ¡Nunca hace nada!». Hasta que ya no puedes más y lo dices en alto. Y ahí empieza la discusión de turno.

Pero, ¿y si el problema real no es solo que no colabore? ¿Y si el verdadero problema es que sientes que no hay comunicación? Que sientes que no hacéis equipo. Que no te sientes escuchada cuando hablas de cómo te afecta. Y esa sensación de no ser tenida en cuenta es lo que realmente te frustra, más que sentir que la casa está patas arriba.

Este cambio de perspectiva es clave. Si no vamos a la raíz, nos quedamos atascadas en el mismo bucle de enfado una y otra vez. Pero cuando identificamos qué es lo que realmente nos duele, podemos gestionarlo de otra manera.

La regla de los 5 porqués

Aquí es donde puedes probar una técnica sencilla pero efectiva: los 5 porqués. Se trata de preguntarte «¿Por qué?» de manera repetida hasta llegar a la verdadera causa de tu enfado.

Mira este ejemplo:

  • ¿Por qué estoy enfadada? → Porque mi pareja no ayuda en casa.
  • ¿Por qué me molesta tanto? → Porque siento que todo el peso de la casa cae sobre mí.
  • ¿Por qué me hace sentir así? → Porque parece que no le importa si estoy cansada o sobrecargada.
  • ¿Por qué me afecta tanto esa sensación? → Porque siento que no hay comunicación sobre lo que necesito.
  • ¿Por qué es tan importante para mí? → Porque quiero una relación basada en el apoyo mutuo, no en la frustración y el reproche.

Y ahí lo tenemos. El problema no es que la casa esté más o menos recogida y en orden. Es la falta de comunicación.

Te comparto otro ejemplo en entorno laboral.

Imagina esta situación: Te sientes molesta porque tu responsable te ha asignado una tarea urgente a última hora del día.

Ahora vamos a ver qué tal funciona la regla de los 5 porqués:

  • ¿Por qué estoy enfadada? → Porque mi responsable me ha pasado un marronazo urgente justo cuando estaba a punto de irme.
  • ¿Por qué me molesta tanto? → Porque siento que no valora mi tiempo y no respeta mi horario.
  • ¿Por qué siento que no valora mi tiempo? → Porque esta no es la primera vez que lo hace, y cada vez que pasa, me veo obligada a quedarme más tiempo del que debería.
  • ¿Por qué no he puesto un límite antes? → Porque me cuesta decir que no por miedo a que piense que no estoy comprometida con mi trabajo.
  • ¿Por qué me da miedo que lo piense? → Porque tengo la creencia de que si no acepto todo lo que me piden, pueden cuestionar mi profesionalidad o incluso mi futuro en la empresa.

El verdadero problema no es solo que tu responsable te dé tareas a última hora, sino que no has establecido límites claros y tienes miedo a decir que no. En lugar de acumular frustración y quejarte cada vez que ocurre, podrías gestionar el tema de manera asertiva y negociar mejor tus tiempos de trabajo.

Este ejercicio ayuda a cambiar la perspectiva: pasas de enfadarte con tu jefe a darte cuenta de que puedes tomar acciones para mejorar la situación. 😊

Elegir entre reaccionar o comprender

Si solo reaccionamos al enfado sin analizarlo, nos quedamos atrapadas en la superficie. Pero si hacemos el esfuerzo de profundizar, podemos ver el problema desde otro ángulo, asumir nuestra parte de responsabilidad y comunicarnos mejor.

Así que la próxima vez que el enfado aparezca, antes de lanzarlo como una granada, párate un momento y escarba un poco más. Puede que lo que realmente necesites no sea soltar el enfado, sino comprenderlo. Y si ves que te cuesta o que siempre acabas en el mismo bucle, cumplimenta ahora el formulario y nos ponemos a trabajar en ello cuanto antes.

¿Qué se esconde detrás de tu enfado?

¡Bienvenida!

Descubre una nueva forma de relacionarte con el mundo.

PROGRAMA

Gestiona tu ira