¿Por qué nos cuesta aceptar nuestras diferencias?
Reconocer y aceptar que no todos pensamos igual puede suponer un gran desafío, tanto a nivel personal como social. Y no se trata solo de orgullo o cabezonería; hay algo más profundo detrás. Nuestra forma de ser, nuestras experiencias y el miedo a lo desconocido juegan un papel fundamental.
Constantemente solemos buscar información que respalde nuestras ideas y rechazamos automáticamente aquello que no encaja con nuestra forma de pensar. Esto es debido a que nuestras creencias, muchas veces están profundamente ligadas a nuestra identidad, a eso que nos define. El simple hecho de cuestionarlas provoca que lo interpretemos como una amenaza directa a quiénes somos.
Un ejemplo claro son las redes sociales. Buscamos canales, grupos y mensajes que encajen con los nuestros. Y eso puede darnos la sensación de que nuestra forma de pensar es única. No confrontamos nuestro pensamiento con otro que difiera para evitar cuestionar nuestra verdad. Si en algún momento alguien expresa su punto de vista, tendemos a rechazarlo, defendiendo con uñas y dientes nuestra idea. Qué maravilloso sería que nos entrenáramos para leer los comentarios de otras personas con el pensamiento de «¿A ver cómo piensa? A ver cuál es su punto de vista.».
¿Cuál es el origen de los conflictos?
Muchos conflictos se originan principalmente por tres motivos:
1️⃣ El sesgo de confirmación.
Nuestro cerebro prefiere lo conocido. Se siente mucho más cómodo cuando está en lo que considera su zona de confort. Por este motivo, cuando escuchamos algo que contradice nuestras ideas, es como si se activaran nuestros warnings internos y saltaran las alarmas. Esto nos lleva a reforzar nuestras creencias y, sin darnos cuenta, a encerrarnos aún más en nuestra propia perspectiva.
2️⃣ La identidad personal.
Nuestras opiniones no siempre son solo opiniones; muchas veces, son una prolongación de lo que somos. Cuando alguien desafía esas ideas que han formado parte de nosotros, que hemos protegido —y que nos han protegido— durante mucho tiempo y que, además, han condicionado nuestra manera de pensar, sentir y de actuar, lo percibimos como un ataque personal porque, de algún modo, sentimos que nuestra base corre el riesgo de desmontarse.
3️⃣ El miedo a lo desconocido.
Históricamente, lo diferente suponía una amenaza. Y aunque ya no vivimos en las cavernas, ese instinto sigue vivo en nosotros y nos hace reaccionar con rechazo o desconfianza hacia lo que no entendemos.
¿Cómo podemos pasar del enfrentamiento a la curiosidad?
Se dice que “la curiosidad mató al gato” y eso es algo que también nos podría pasar a nosotros si arriesgamos nuestra integridad física por querer ir más allá sin tener en cuenta el peligro al que nos podemos estar exponiendo. Pero es que hoy en día, la curiosidad no necesita poner en peligro nuestro físico, va más de observar y de intentar comprender cómo de diferente es el mundo interior de otra persona. El problema es que, tal vez debido a ese eco de supervivencia, solemos ver las diferencias como obstáculos o amenazas en lugar de oportunidades. Pero, ¿y si, en lugar de reaccionar y ponernos a la defensiva, nos preguntáramos: «¿Por qué piensa así?» o «¿Cómo ha llegado a esa conclusión?»?
Este cambio de perspectiva nos predispone a mantener diálogos mucho más enriquecedores. Sin embargo, para desarrollar esta curiosidad, necesitamos dos ingredientes clave: vulnerabilidad y humildad. Y aceptar que no tenemos todas las respuestas, que no lo sabemos todo, y que incluso alguien con quien no estamos de acuerdo puede enseñarnos algo, por mucho que sus ideas difieran de las nuestras.
El verdadero problema es que vivimos en una sociedad donde «tener razón» parece más importante que entender al otro. Pero si cambiamos el foco y nos damos permiso para aprender, descubriremos que las diferencias no solo nos desafían, también nos complementan.
¿Qué significa “estar de acuerdo en no estar de acuerdo”?
Significa aceptar que no siempre vamos a llegar a un acuerdo. Significa comprender que convivir con desacuerdos no nos debilita, sino que nos enriquece. Por ejemplo, cuando aceptamos que la otra persona no piensa igual que nosotros, dejamos de intentar «ganar» la discusión y tener la razón. Esto no solo evita malos rollos, sino que también fortalece la relación, porque nos permite respetar al otro sin exigirle que piense igual que nosotros.
¿Cuál es el verdadero desafío a la hora de gestionar nuestras diferencias?
Reconocer que no estamos de acuerdo puede ser incómodo, pero también es el primer paso hacia relaciones más sinceras y auténticas. Al final, ¿no es más interesante vivir en un mundo donde podamos aprender unos de otros, que en uno donde todos pensemos igual? Qué aburrido y qué poco nutritivo sería un mundo en el que todos estuviéramos absolutamente de acuerdo en todo.
Mi sugerencia es: la próxima vez que te encuentres en un desacuerdo, respira hondo y escucha de verdad. Pregúntate: «¿Qué puedo aprender de esto?». Puede que no cambies de opinión, pero seguro que amplías tu perspectiva. Y eso, en esencia, es crecer.
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