Todos conocemos a alguien que parece tener un máster en el arte de enfadarse. Ya sea una amiga, un compañero de trabajo o tú misma cuando el día no va según lo planeado. Y no es que lo hagan (hagamos) a propósito, pero las señales están ahí.
Vamos a analizar 9 características de las personas que se enfadan frecuentemente… eso sí, con un toque de humor y mucho cariño. 😉
1. Tienen un radar especial para captar las «faltas de respeto».
Para estas personas, la vida está llena de pequeñas provocaciones que otros ni notan. ¿Alguien dice «hola» sin sonreír? Ofensa. ¿Alguien no contesta un mensaje antes de 30 segundos y, además, lo deja en doble check azul? Falta de respeto. ¿A alguien se le ocurre bostezar mientras habla con esta persona? ¡El drama estará servido! Su radar para detectar micro-ofensas funciona tan bien que podrían trabajar como inspectores emocionales.
2. Son expertas en peleas imaginarias.
Si existiera una liga de peleas imaginarias, serían las campeonas indiscutibles. Pueden pasar horas en su cabeza repasando cómo alguien “se atrevió” a decir algo, recreando esos diálogos. Lo mejor —o mejor dicho, lo peor— es que, cuando la pelea termina en su mente, están enfadados contigo… aunque no tengas ni idea de lo que ha pasado.
3. Dominan el arte de ofenderse por «el tono».
No importa lo que digas, el problema no es el mensaje, sino cómo lo dices. «¿Por qué me dices ‘pásame la sal’ con ese tono?». Puedes ser la persona más amable del mundo, pero si algo suena un poco diferente en tu voz, prepárate para dar explicaciones hasta el infinito y más allá. Con estas personas, el tono lo es todo y cualquier sutileza puede desatar una tormenta.
4. Les falta paciencia… y les sobra un pelín de dramatismo.
Esperar no tiene cabida en su vocabulario. Si tienen que hacer cola en el supermercado, su paciencia dura lo que un suspiro. ¿El wifi tarda dos segundos en cargar? Tragedia. Pero lo mejor es que no se guardan su frustración: harán lo posible para que todos los que estén cerca sepan que la situación es totalmente inaceptable.
5. Recuerdan TODO… y te lo recordarán a ti también.
Tienen una memoria realmente prodigiosa cuando se trata de discusiones pasadas. Puedes estar debatiendo sobre qué cenar esta noche, y ellos te recordarán que hace dos años dijiste que odiabas la mozzarella, así que «cómo te atreves a quererla ahora, no puedes haber cambiado de opinión». Si existe una «base de datos emocional», ellos la tienen completamente actualizada y lista para usarla en cualquier momento.
6. Detectan el caos en situaciones realmente insignificantes.
El mundo está lleno de pequeños desastres que necesitan ser corregidos. ¿Dejaste la tapa de las toallitas húmedas sin cerrar? Drama. ¿Cortaste el queso de manera irregular en lugar de hacer triangulitos impecables? Inaceptable. Son los maestros en convertir lo más cotidiano en un debate filosófico sobre el orden y la justicia.
7. Ven conspiraciones en lo cotidiano.
Si te olvidas de ponerles un emoji en un mensaje, lo ven como una señal de algo más grande. Si estabas escribiendo, corregiste tu texto y queda alguna señal de que ha habido algún cambio, piensan «¿Qué me quería decir realmente?». En su mente, cada pequeño detalle puede ser la base de una gran conspiración. Son capaces de hilar las situaciones más simples en teorías dignas de una novela de suspense.
8. La puntualidad no es su fuerte (pero te exigen perfección).
Estas personas pueden llegar tarde justificándose con excusas de lo más creativas, pero si tú te retrasas dos minutos, te conviertes automáticamente en el malvado de la historia. «¡Es que no entiendo cómo no puedes respetar el tiempo de los demás!», dirán, ignorando que otras muchas veces te han hecho esperar a ti, pero su motivo era de peso.
9. No se enfadan, “solo son muy sinceras”.
No ven sus explosiones emocionales como enfados, sino como una honestidad brutal. No están gritando, simplemente están expresando lo que piensan. No son exageradas, solo dicen “las cosas como son”. Aunque el resto del mundo esté temblando a su alrededor, para estas personas todo forma parte de ser sinceras.
Seguramente, la mayoría podemos admitir que en algún momento hemos podido ser esa persona. Y no pasa nada. Pero si estamos constantemente enfadadas, probablemente sea hora de observarnos y preguntarnos si vale la pena gastar tanta energía en esas chorraditas.
Al final del día, relajarse y aprender a reírse de esas situaciones, puede ahorrarnos muchas discusiones y evitar perder el día por estar de morros.
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